Despiértate. Levanta de la cama. Rápido al baño. Elige la ropa. Corre a la ducha. Un café rapidito y si da tiempo una tostada para el camino.
Venga rápido, coge el coche y al trabajo. ¡Ay, los niños!. Ya se me olvidaban los niños.
– ¡Venga vestiros rápido que hoy ya voy tarde!
– Mamá siempre dices que se nos ha hecho tarde.
Y ahora ese coche no me deja pararme para dejarles en la puerta.
– Venga niños bajaros aquí mismo.
Espero que hoy mi jefe no quiera hacer una de esas reuniones que se le antoja los lunes.
¿Y las llaves de casa? ¿Me las habré dejado otra vez puestas en la puerta?>>
Cada día vivimos situaciones parecidas a ésta y tenemos esa voz interior que nos habla solo para decirnos cosas negativas y para ponernos en alerta.
Todos estos momentos de preocupación y de estrés, hacen que nuestras glándulas suprarrenales produzcan cortisol, la hormona del estrés.
El cortisol es una hormona que actúa como neurotransmisor en nuestro cerebro. La liberación de esta hormona está controlada por el hipotálamo, en respuesta a situaciones estresoras y a un nivel bajo de glucocorticoides en la sangre.
El cortisol se encarga de las siguientes funciones:
– Aumenta el nivel de azúcar en sangre y optimiza su uso en el cerebro.
– Aumenta la disponibilidad de sustancias que reparan tejidos.
– Limita funciones no esenciales en ese momento como la digestión, la reproducción y el sistema inmunitario.
No solo los momentos de peligro real provocan la liberación de cortisol, también las situaciones que interpretamos como estresantes aumentan nuestros niveles de esta hormona.
Saber mantener el equilibrio de estos niveles de cortisol nos ayudará a tener una mejor calidad de vida.
La historia del leñador y el hacha
Dicen que una vez un leñador muy trabajador se presentó a una oferta de empleo en un bosque. Viendo su motivación y su energía, le contrataron en seguida. El jefe le dio un hacha y le mando a cortar árboles.
Cuando acabó el primer día, el dedicado leñador había conseguido traer 18 árboles, una cifra impresionante. Pero el hombre era muy trabajador y quería demostrar que podía hacerlo todavía mejor, y al día siguiente salió a batir su récord. Sin embargo, al finalizar el día, solo pudo volver con 15 troncos.
Conforme iban pasando los días el leñador se esforzaba por superarse, pero pese a gastar tanta energía, cada vez volvía con menos árboles. Estaba desesperado.
Fue a hablar con su jefe y le explicó la situación.
– No lo entiendo. Por más que me esfuerce, cada día corto menos árboles.
El hombre que le había contratado le miró y preguntó:
– ¿Cuánto hace que no afilas el hacha?
– ¿Afilar? No tengo tiempo para afilar. Estoy muy ocupado cortando árboles.
Normalmente entramos en una rutina de no pararnos y observar en que punto estamos y hacia dónde vamos. Continuamos haciendo siempre lo mismo sin pensar en el descanso y las herramientas que tenemos y el estado de las mismas.
Tómate un respiro y reflexiona sobre lo que haces.
@raul_namaste
Raúl Sanz Crespo
Masajista y guía acompañante para el Bienestar