Recuerdo que no hace tanto tiempo, o sí, vivía en un municipio turístico, con clara proyección turística y una potencialidad turística espectacular. Aliteración abusiva de una palabra para una sola frase, cierto.
Eran finales de los 80, ríos de gente invadían las calles de Benicàssim, las playas repletas, las terrazas también, un ambiente espectacular y se respiraba la alegría de un pueblo abierto al visitante. Quien visitaba Benicàssim tenía resueltas sus necesidades de ocio y esparcimiento durante todas las horas del día y, además, con posibilidades de elegir entre variadas ofertas y ambientes.
Igual encontraba una sala de cine con programación diaria y doble sesión que un cine de verano con sesión nocturna a la única luz de las estrellas. Programas de radio en directo desde las playas, una plaza de toros, torneos de fútbol veraniego donde acudían los principales equipos juveniles del país, conciertos gratuitos que traían de gira los éxitos del verano gracias a las cadenas de radio, conciertos en las calles del pueblo y en el velódromo, partidos de fútbol en la playa protagonizados por italianos en braga náutica, ambiente durante las tardes y las noches, algún que otro tablao flamenco… ¡¡¡ Incluso, había discotecas!!!
Playa de mañana, pueblo por la tarde y noches que acariciaban a todo el que venía y que siguen instaladas en sus recuerdos como algo que pasó y fue maravilloso. Personas de todas las edades que encontraban en nuestro municipio lo que necesitaban, ocio, esparcimiento, diversión… se sentían en su casa, era parte de sus vidas.
Si no recuerdo mal, incluso había vecinos. Y estos convivían con la actividad turística sin ningún problema, todo lo contrario, disfrutaban de los turistas y les vendían los excedentes de su pequeña explotación agrícola en las puertas de sus viviendas, abrían pequeños negocios que destilaban el cariño de las cosas hechas con el corazón.
Para mí, era un Benicàssim inmenso, siempre había mil cosas por hacer, algún sitio donde acudir, actividades en las playas, toros también en la playa, fiestas en las discotecas y un continuo ir y venir de personas de todas partes que compartían ese estado de feliz libertad que se respiraba.
Muchos clientes me lo recuerdan, muchos de ellos comentan que es una pena que sus hijos no lo conocieran. Y siempre hablamos de las cosas que no había, macrofestivales de los que proyectan a Benicàssim de manera estratosférica por todos los rincones del universo, y tampoco pasaba nada. Nada. Bueno sí, pasaba mucho.
¿Algo de nostalgia? No, mucha también.
Ah, una cosa más, propongo al Ayuntamiento crear una página de Facebook sólo para los festivales establecidos en el municipio, a parte de la info para esos usuarios podrían poner, junto al botón ya corporativo de ‘Me gusta’, otro, el de ‘Me voy’. Sería interesante el análisis.
Parece ser que hay alguna gente que, solapando bajo la bandera de una lucha contra el botellón y el ruido, esconde un interés particular, que no es ni más ni menos que el bloqueo del progreso turístico de Benicassim priorizando, su tranquilidad y descanso. Para esta gente que su actividad económica no la tienen en Benicassim, y que están aquí, para su descanso y tranquilidad particular, olvidando que esta, es una ciudad donde muchos apostamos por ella como ciudad de turismo, alegría y ocio. Y así es como ha crecido Benicassim y como sus habitantes, siempre han sido acogedores con sus visitantes y turistas. Porque eso, es lo que ha producido riqueza y bienestar a esta ciudad. Esta ciudad no la han hecho grande aquellos que creían que por la compra de un apartamento o villa ya tenían el derecho de cambiar el orden de las cosas, aquellos que quieren una ciudad dormitorio, -lo que siempre nos negamos los que hemos mamado Benicassim-. Benicassim es -y en eso siempre estaremos las personas como yo- una ciudad de futuro turístico, porque es, su fuente de riqueza, y respetando las ordenanzas y las leyes siempre apoyare a esa ciudad de alegría, diversión y ocio que años atrás conocí y contribuí a ello y que hoy, se ha perdido por culpa de la ZAS y la falta de controles puntuales a los establecimientos que no cumplen esas ordenanzas. Naturalmente que a todos no se puede tener contentos, pero toda esa gente que creen que su bienestar está por encima del interés colectivo, tiene que comprender, que toda ciudad turística conlleva molestias colaterales y lo que hay que evaluar es, que es mejor, el progreso y la riqueza económica, cultural y polifacética en todos los sentidos de esta ciudad o dejarla morir por aquellos que, por la compra de una vivienda priorizan su tranquilidad a la prosperidad de una sociedad que nació para el turismo. Creo que eso tendrían que haberlo pensado antes.
Manolo Alonso
Me ha encantado tu artículo Luis, y me has contagiado el espíritu aquel que vivimos hace unos años 😉
abrazos,
joan