Héctor Lobo // Benicàssim
Ahora que no podemos asistir a las proyecciones del Teatre Municipal, aunque el cine nunca se para y ahora continua en casa, puede ser buen momento para recordar las grandes películas que han pasado por nuestra cartelera estos últimos años. Aquellas que nos emocionaron o nos hicieron estremecer, nos hicieron pensar o sentirnos vivos, y que siempre llevamos en nuestro recuerdo.
Si echamos la vista atrás, este mismo año ya hemos visto dos películas sobresalientes: la multipremiada y fascinante Parásitos, de Bong Joon-ho, y la tremenda 1917, de Sam Mendes.
Pero si nos centramos en el año pasado, 2019, podríamos confeccionar una lista con las que más nos gustaron, asumiendo la subjetividad de cualquier lista e incitando a que dejéis vuestro comentario sobre la ausencia de alguna o la presencia discutible de otra.
Os adelanto que vamos a dejar fuera las películas de Woody Allen o Clint Eastwood, directores que nos encantan, y que la última de Almodóvar no nos gustó tanto…
Allá vamos:
En la primera quincena de Enero, justo después de Navidad, nos llegó THE GUILTY, la ópera prima del director danés, Gustav Möller.
Un original, claustrofóbico y absorbente thriller, donde un oficial de policía, un Jakob Cedergren portentoso, relegado a operador del servicio de emergencias recibe una misteriosa llamada de una mujer.
Con un montaje milimetrado, una trama inteligente donde el espectador tiene que imaginar más que ver y un progresivo suspense, la película nos tuvo en vilo durante todo el metraje, hasta llegar a un insospechado final que nos dejó con un nudo en el estómago.
Del reconocido realizador japonés Hirokazu Kore-eda, pudimos disfrutar en Febrero de la notable UN ASUNTO DE FAMILIA, un relato de aspecto pequeño pero dimensión universal.
Arropado nuevamente por sus actores habituales, Kore-eda volvió a demostrar que es un retratista veraz y sutil de personajes siempre a punto de la deriva, necesitados de formar parte de una familia; entendida ésta como un último refugio, donde cada uno vela por los demás.
Su cámara, llena de sensibilidad, nos introduce en el día a día de una atípica familia que vive de la picaresca y el engaño. Sólo al final las máscaras de las apariencias y la ambigüedad desaparecen y nos sumerjimos en un final de una complejidad moral que muy pocos directores son capaces de alcanzar.
También en Febrero de 2019 pudimos disfrutar de EL VICIO DEL PODER, de Adam McKay un film biográfico sobre la figura de Dick Cheney; desde su juventud juerguista y alcohólica y su posterior integración dentro del organigrama del partido republicano, hasta convertirse en vicepresidente de los EEUU y mano derecha de George W. Bush.
Alejándose completamente del biopic al uso y amparándose en un mayúsculo Christian Bale, el resultado final resultó una implacable y vitriólica disección de la clase política, de los sótanos del poder y de su lado más oscuro e hipócrita. Lo que inevitablemente nos dejó al salir del cine con una sensación de profunda desolación.
Pasó el verano y Octubre nos trajo la tan esperada última película de Quentin Tarantino: ÉRASE EN HOLLYWOOD, que cumplió con creces las expectativas creadas.
Todo el Hollywood de los años sesenta pasó ante nuestros ojos, de la mano de Rick Dalton (Leonardo Di Caprio), una estrella del western en la televisión, y su doble en la pantalla (Brad Pitt) que intentan amoldarse a los cambios que están sucediendo en la industria del cine.
La película resulta una completa síntesis del cine de Tarantino: guiños cinéfilos, largas conversaciones llenas de agudezas, momentos de humor negro, acción a raudales y violencia desatada.
Y de colofón un maravilloso giro en la historia de Sharon Tate, que nos hace sonreír…
El año se iba acabando cuando a finales de Noviembre , Todd Phillips, aterrizó en Benicàssim con su JOKER.
La película nos llevó a los orígenes del conocido personaje de comic y archienemigo de Batman, pero alejándose de las películas de superhéroes al uso.
Joker cuenta cómo un anodino aspirante a cómico, Arthur Fleck, que ha sufrido toda una vida de soledad y abandono, se convierte en un despiadado asesino, que quiere devolver al mundo todo el tormento que él sufrió.
Un inmenso Joaquin Phoenix es el encargado de poner rostro, mirada y cuerpo al Joker, en un despliegue actoral de puro genio y que durante mucho tiempo nos perduró en la memoria.
El resultado es una compleja y retorcida reflexión sobre el bien y el mal, que nos dejó turbados y muy tristes.
¡Nos vemos pronto en el cine! (pero ahora mejor nos quedamos en casa)