Benicàssim ha rendido homenaje este miércoles a las víctimas de la DANA en el primer aniversario de la tragedia que asoló la Comunitat Valenciana hace justo un año, dejando 229 muertos en la provincia de Valencia y 237 en toda España. El Ayuntamiento ha convocado un minuto de silencio en recuerdo de las víctimas, sus familiares y todos los damnificados, y las banderas han ondeado a media asta en señal de duelo, respeto y solidaridad.
La localidad fue uno de los municipios que se volcó con los afectados tras la catástrofe. En los días posteriores, numerosos vecinos colaboraron en la recogida de alimentos, ropa y artículos de primera necesidad, que se enviaron en camiones y furgonetas a las zonas más castigadas. Además, decenas de benicenses se desplazaron como voluntarios para ayudar a limpiar calles, viviendas y retirar el lodo acumulado en los pueblos más golpeados por las inundaciones.



























Entre ellos, Utiel fue uno de los municipios más dañados, junto a otros como Paiporta, Catarroja, Alfafar, Torrent, Sedaví o Xirivella, anegados por el desbordamiento de ríos y barrancos tras las lluvias torrenciales. En Utiel, el río Magro se desbordó y la riada se llevó la vida de seis personas, además de provocar graves destrozos en viviendas y calles.
Mi hermano fue a sacar a mis padres de casa porque ya se había inundado todo el sótano, de 3,5 metros y se había desbordado el río»
Enrique Navarro, vecino de Benicàssim natural de UtielDesde Benicàssim, Enrique Navarro, natural de Utiel, recuerda con angustia cómo aquella noche su familia temió por su vida. Sus padres, de 79 y 75 años, vivían a apenas cien metros del río y en la parte más baja de la calle. “El río se desbordó y las alcantarillas no podían tragar más.
Empezó a entrar agua por el sótano y el nivel subía con rapidez, algo que no habíamos visto nunca”, relata. “El agua llegó hasta el último peldaño antes de la planta baja, a punto de entrar en la vivienda. Fue una noche de auténtico miedo”.
El sótano de la vivienda, de unos 300 m2 y 3,5 metros de altura, quedó completamente inundado, y la familia perdió vehículos, caldera, muebles, una bodega familiar y recuerdos personales. “El depósito de gasoil, anclado al suelo, fue arrancado de cuajo y el combustible se derramó. El olor era insoportable. Perdimos todo lo que había allí abajo”, explica.


















Su hermano mediano acudió en plena tormenta para ayudar a evacuar a sus padres, cuando el agua ya les llegaba por los tobillos. “Pudieron refugiarse en su casa, en un ático del centro del pueblo. Desde aquí en Benicàssim yo solo podía hablar por teléfono e imaginar lo que estaba pasando”, cuenta.
Los días siguientes fueron de limpieza y desolación. “El lodo lo cubría todo. Tardamos semanas en achicar el agua y sacar los escombros. La ropa que usé para limpiar la tuve que tirar del olor a gasoil”, recuerda Enrique. Aunque la estructura del edificio resistió, la humedad aún se nota un año después.
La familia recibió ayudas del Consorcio de Seguros, la Generalitat y donaciones privadas, pero solo pudieron cubrir el 70 % u 80 % de las pérdidas. “Nunca se recupera lo personal, lo que no tiene valor económico”, lamenta.
Un año después
Un año después, las obras de mejora del cauce del río Magro avanzan lentamente. “Se está trabajando para duplicar el ancho del cauce y reforzar los puentes, pero va despacio”, explica Enrique. “Ojalá sirva para que no vuelva a ocurrir algo así”.
Con serenidad, añade: “Aquella noche aprendimos lo frágiles que somos frente a la naturaleza. Mis padres tuvieron suerte, pero otros vecinos no. Lo importante es que nadie vuelva a pasar por esto”.








