El asesino del círculo vuelve a estar bajo el foco. Joaquín Ferrándiz Ventura, condenado por el asesinato y violación de cinco mujeres en Castellón a mediados de los 90 —entre ellas Sonia Rubio, en Benicàssim—, vive actualmente en el País Vasco bajo vigilancia policial y, al parecer, acumula ya denuncias por violencia machista tras su salida de prisión, según se han hecho eco diversos medios. La revelación coincide con el inicio del rodaje en Benicàssim de la serie de Netflix En el círculo del asesino, inspirada en los crímenes que marcaron a toda una generación, que ha devuelto a Ferrándiz a la actualidad y dificulta que ahora pase desapercibido.
Según ha publicado Diario Vasco, Ferrándiz reside desde hace meses en la localidad guipuzcoana de Andoain, donde mantiene, al parecer, una orden de alejamiento en vigor tras ser denunciado por acoso por una mujer con la que convivió el año pasado. El medio vasco señala que un juzgado abrió un expediente por violencia de género y la Ertzaintza ha reforzado la vigilancia sobre sus movimientos.



El exrecluso, condenado a 69 años por el asesinato y violación de cinco mujeres en la provincia de Castellón entre 1995 y 1996, cumplió 25 años de prisión y quedó en libertad en julio de 2023. Entonces aseguró que no regresaría a Castellón “por respeto a las víctimas” y que se marcharía al extranjero para rehacer su vida. Sin embargo, se instaló primero en Irún (muy cerca de la frontera con Francia) y más tarde en Andoain, donde trabaja para una empresa nacional de alimentación. Además, ha sido visto recientemente en un control rutinario mientras circulaba por la carretera N-634 a la altura de Usurbil.
Un hombre encantador y peligroso
Un hombre correcto, educado, inteligente, “encantador”. Así lo describían quienes lo conocían, sin imaginar que tras esa fachada amable se escondía un asesino de cinco mujeres, condenado además por la violación de otra y con dos intentos frustrados más. Ferrándiz Ventura llevaba una vida aparentemente normal: trabajaba en una compañía de seguros en Castellón, tenía relaciones sentimentales y salía con amigos, pero de noche su conducta cambiaba por completo. Tras quedarse solo en los locales de ocio, observaba a las jóvenes, en busca de posibles víctimas, especialmente durante las noches de verano. Frecuentaba los pubs de la plaza de Los Dolores y discotecas de la localidad, como la que se encontraba en los bajos del Hotel Orange.



Coincide con el rodaje en Benicàssim
La noticia sobre su actual paradero y las nuevas denuncias ha coincidido con el rodaje en Benicàssim de la serie En el círculo del asesino, producida por Netflix y protagonizada por Belén Rueda. Este viernes, el equipo grabó en la avenida del Ferrocarril varias escenas ambientadas en mediados de los 90, con decenas de figurantes recreando los botellones y las salidas nocturnas previas a las discotecas.
La serie combina suspense y periodismo de investigación, con una trama que sigue a dos periodistas —una joven y otra veterana, interpretada por Belén Rueda— que reconstruyen los hechos tres décadas después.



Recorrido criminal
El caso de Ferrándiz vuelve a despertar un debate que ya sacudió a la opinión pública hace casi tres décadas: cómo puede un delincuente con antecedentes de violencia sexual y homicida volver a la calle. Su historia criminal comenzó años antes de los asesinatos, cuando fue condenado en 1989 por violar a una joven tras provocarle un atropello y fingir que la llevaría al hospital. Durante su estancia en prisión, compartió celda —según diversas investigaciones periodísticas— con un interno condenado por matar a su esposa, circunstancia que algunos criminólogos relacionan con la posterior evolución de su modus operandi.
Durante su paso por prisión, Ferrándiz fue entrevistado por la criminóloga Carmen Balfagón, decana del Colegio de Criminólogos de Madrid. En declaraciones recogidas por diversos medios, Balfagón recuerda que “no se había trabajado lo suficiente con él” y que, aunque se mostraba correcto, educado e inteligente, “reconocía que no se estaba haciendo una intervención adecuada para evitar que reincidiera cuando saliera de prisión”.
De hecho, la primera desaparecida fue Natalia Archelós, en mayo del 95, tras haber obtenido la condicional en abril de ese año por su condena por violación. Al salir de la cárcel, tras pasar seis años, empezó a matar, una por mes. En junio, desapareció Francisca Salas. Ambas en la zona de Vora Riu, entre Almassora y Vila-real. Y en agosto, después de la desaparición de Sonia Rubio en julio, Mercedes Vélez. Más adelante, en septiembre de 1996 asesinó a Amelia Sandra García Costa.
Su salida definitiva en 2023, sin haber superado ningún programa específico de reinserción para agresores sexuales, ha reabierto la preocupación social y política sobre la eficacia del sistema penitenciario frente a criminales de alta peligrosidad.
Cómo cayó el asesino del círculo
La caída de Ferrándiz comenzó con una denuncia que resultó decisiva. Una joven logró escapar cuando intentó introducirla por la fuerza en su coche tras golpearla y dejarla inconsciente. Varios vecinos, alertados por los gritos, evitaron la agresión y permitieron que la víctima denunciara los hechos. El juez le impuso entonces la obligación de presentarse cuatro veces al mes en el juzgado, sin saber que ya la Guardia Civil lo mantenía bajo discreta vigilancia.
El 12 de julio de 1998, los agentes observaron cómo desinflaba la rueda de un coche aparcado en un local de ocio de Benicàssim, una táctica que ya había empleado en sus anteriores ataques. Cuando la joven propietaria sufrió el accidente que él había provocado, Ferrándiz la recogió inconsciente, pero la presencia de testigos lo obligó a desistir y la llevó al Hospital General de Castelló. Esa misma noche, la Guardia Civil confirmó sus sospechas y su arresto se convirtió en cuestión de días. Aquella tentativa frustrada en Benicàssim marcó el final de su escalada criminal y permitió a los investigadores cerrar el caso que había sembrado el pánico en la provincia.
El rastro de muertes
Ferrándiz alternaba estos crímenes con una vida aparentemente normal. Trabajaba en una compañía de seguros en Castellón, mantenía relaciones sentimentales y salía con amigos a pubs y discotecas. Sin embargo, cuando los demás se marchaban, se quedaba solo bebiendo y observando a las mujeres para elegir a su próxima víctima. Su modus operandi consistía en deshinchar ruedas o provocar accidentes para ofrecerse a ayudar, ganarse la confianza y después secuestrar, agredir y asesinar.
La investigación también destapó un error judicial que marcó aquellos años: un camionero, Claudio Alba, fue encarcelado por error como presunto autor de tres de los asesinatos de prostitutas.
El miedo que marcó una generación
Los asesinatos cometidos por Ferrándiz Ventura provocaron un profundo miedo en la sociedad castellonense a mediados de los 90, especialmente en Benicàssim, donde muchas jóvenes dejaron de salir solas de noche por temor a convertirse en su próxima víctima. Su arresto en 1998 puso fin a una de las etapas más oscuras de la crónica negra española, pero su reciente vida en libertad y las denuncias por violencia machista han reabierto el debate sobre su supuesta reinserción.
Mientras tanto, el rodaje de la serie en los mismos escenarios donde se gestó el miedo ha devuelto el caso a la conversación pública. Treinta años después, el recuerdo de aquellas noches de verano y los nuevos incidentes en torno al asesino del círculo demuestran que la herida sigue muy abierta.







