EVA BELLIDO
Más de un siglo llevando el pan recién hecho a las casas de Benicàssim. Sin duda, la Panadería Paquita es uno de esos negocios históricos que la mayoría de benicenses recordarán siempre, aunque ya no tenga abierta la persiana. Este emblemático local, situado en la calle Secretario Chornet, ha cerrado sus puertas por la jubilación de Isabel Pizarro, la última que seguía trabajando de la familia de propietarios.
Es el fin de una larga etapa de casi 130 años, con cuatro generaciones al frente manteniendo el legado. «Nuestros hijos tienen sus trabajos» y de momento no se plantean continuar con el oficio familiar. «No tienen esa afición. Es muy sacrificado, son muchas horas, los días de fiesta es cuando más faena tienes, también se trabaja de noche y te tiene que gustar estar cara al público», explica.
Ella ha sido la última en jubilarse de un equipo que durante muchos años formaron dos matrimonios, Isabel junto a su marido Juan Alfonso Ribes; y Maruja Tolosa y Vicente Ribes. «Los hombres trabajaban por la noche, desde las 12, y nosotras a las 6.30 empezábamos la jornada detrás del mostrador. Y luego teníamos abierto todo el día, con el descanso de mediodía». «Ellos estaban en el horno y por la mañana se iban a repartir a los supermercados y hoteles».
Fue de las primeras panaderías de Benicàssim, fundada por la generación de los bisabuelos, con Roseta hace casi 130 años. Después cogió el relevo Palera y «luego mi suegra Paquita en 1959, un año antes de quedarse viuda», recuerda. En los inicios, había un local en la calle Santo Tomás, desde donde se vendía el pan, mientras los repartos se hacían en carro. El horno estaba ubicado en la calle Bayer. Al quedarse este pequeño se optó por abrir el de Secretario Chornet, con pastelería.
Este horno también confeccionó durante al menos medio siglo las tradicionales coquetas de Sant Antoni, atendiendo el encargo del Ayuntamiento muchos años. Pero su famoso pan quemao y coca de tomate tampoco se olvidarán.