Estamos ante otra semana de pasión. Esta Semana Santa los hosteleros de Benicàssim pondrán todo su esmero en servir convenientemente al visitante. Nuestros profesionales avanzan en una dirección que nace de sus buenas iniciativas, de la innovación y del esmero en el trabajo diario. Quizás podríamos afirmar sin miedo a equivocarnos que este sector es el puntero en lo que al turismo se refiere. Sin duda, es uno de los mayores atractivos con los que cuenta nuestra ciudad.
Por el contrario, el turismo local adolece de lo que podemos encontrar en otras localidades de la costa. El ocio nocturno ha desaparecido. Benicàssim fue referencia de las noches estivales de toda la provincia durante los años ochenta y primeros noventa. Hoy, esta forma de diversión ha quedado muy reducida. Nos preguntamos si de alguna manera se podría complementar el turismo de festivales con una actividad que –siempre sin molestar a los vecinos— pudiera atraer a la juventud. Para ello necesitaríamos lugares donde no fuese necesario el desplazamiento en coche y, al tiempo, preservasen el descanso de los vecinos. Estamos convencidos de que los hay.
Un elemento clave para determinado tipo de turismo es el cultural y el de naturaleza, aquel que se explota durante todo el año. Las autoridades, a menudo, nos esforzamos en la retórica de expresiones como “desestacionalizar” sin pararnos a analizar su significado. Esa expresión quiere decir traer turistas en invierno, otoño y primavera. Con nuestro clima nos podríamos permitir el lujo de dinamizar el turismo de naturaleza. El paraje del Desierto de las Palmas está desaprovechado. Es más, queda la recuperación del humedal del Cuadro de Santiago como potencial zona de residencia y anidamiento de aves. Esa es una salida digna al frustrado proyecto del Benicàssim Golf que nos dejó la fiebre especulativa del pasado.
¿Qué decir del turismo cultural? Los atractivos musicales están cubiertos por una serie de festivales de mayor o menor calado, llámense FIB o Tárrega. Ahora bien, ahí está cada día más deteriorada Villa Elisa. Por allí se ven pasar, de la mano de Guillermo Casañ, algunos intelectuales interesados en la retaguardia durante la Guerra Civil Española. Mientras, las posibilidades de concitar al mundo de la cultura y de la investigación en aquel lugar siguen siendo nulas porque la gestión penosa de Culturarts dejó el edificio en un estado más que lamentable. Hoy todavía nos podríamos hacer la pregunta que se hace algún visitante interesado en la cultura: ¿qué se puede visitar en ese sentido en la ciudad? ¿Algún museo? ¿Hay actividad periódica fuera del teatro-cine?
En definitiva, si sumáramos cultura, ocio, música, naturaleza, sol y playa, tendríamos un buen número de ingredientes para hacer de Benicàssim una ciudad joven, activa y atractiva. Dentro de poco tendremos que aportar ideas para la inversión sostenible. Lo haremos con la voluntad de suplir esas carencias. Necesitamos sumar para ser, para que todos podamos vivir y trabajar en esta ciudad en un marco de mayor felicidad.