Héctor Lobo // Benicàssim
La llamada autovía mudéjar, que parte desde el mar Mediterráneo en Sagunto, atraviesa muy rápidamente la castellonense ribera del río Palancia hacia tierras turolenses, sin dar tiempo prácticamente para detenerse en los detalles del camino.
Algún lugar interesante se otea, como Segorbe, o la subida al calvario de Sot de Ferrer o la imponente torre campanario de Jérica. Otros se insinúan, como los bosques y montañas de la Serra d’Espadà o la Serra Calderona, que flanquean al Norte y al Sur, respectivamente, el valle del Palancia. Otros hay que buscarlos con más cuidado, desviándose de la cómoda ruta.
Uno de ellos es Algimia de Alfara, un pueblo que suele pasar desapercibido y cuyo sonoro nombre evoca un pasado musulmán. Sus encantos no son evidentes, hay que saber rascar en la superficie, observar desde otra perspectiva para encontrarlos. Se encuentra a tiro de piedra del histórico Torres Torres, rodeado de huertas y campos de naranjos, de acequias y de pozos, de suaves colinas que nos acercan al mar…Un cúmulo de esencias mediterráneas y más aún en primavera.
En este pueblo, en una calle anodina, tras una fachada típica más, hay una casa rural muy especial, una casa que se desmarca de la excesiva proliferación de alojamiento sin alma a precios excesivos. Se trata de El Secanet (www.secanet.com).
Cuatro habitaciones espaciosas y muy luminosas, con camas muy cómodas esperan en el interior. La casa está decorada con encanto y sin muchos artificios; con varios rincones comunes para el relax y la lectura. Una sala con chimenea, para los meses más fríos, da el punto más acogedor.
El pequeño comedor se ilumina de forma natural a través de unas grandes cristaleras que introducen al huésped en el patio: el gran secreto del lugar. Porque el patio da paso a un jardín exuberante e inesperado, donde se suceden las fuentes y los parterres de flores exóticas, los rincones para relajarse, los árboles y hasta una piscina que no desentona para nada en todo este maravilloso entorno. Y más allá la huerta, que se cuida con mimo, al igual que el corral donde se encuentra una nutrida colección avícola: ocas, pavos reales, varias especies de gallinas, patos…
Vale la pena pasar la tarde leyendo o simplemente dejando pasar el tiempo, en un eterno dolce far niente.
Sus propietarios Gemma y Salva son unos anfitriones hospitalarios y atentos, que no rehusan la conversación amena, sin caer en falsos protocolos.
Al atardecer, es recomendable recorrer las tranquilas calles del pueblo, de trazado lineal y limpio, con casas encaladas y dinteles azulados. Abundan los espacios verdes, y una extraña y adormecida armonía lo inunda todo.
Los más mayores apuran los últimos rayos de sol en un banco corrido en la parte alta del pueblo, mientras departen sobre campos y gentes de la zona; no lejos, en la ermita de la Virgen de los Desamparados, los más jóvenes no dejan el móvil en paz, mientras escuchan música.
En una calle de bajada, una mujer sale de un portal con dos cachorros de perro muy juguetones y un jabato puro nervio. Niños con cortes de pelo imposibles pasan a toda velocidad con las bicicletas y continuamente intentan caballitos con ellas para sentirse los elegidos.
En la terraza del pub rockero del pueblo, mientras suenan canciones de Elvis o Little Richards, se ve la vida pasar, tomando una cerveza y siguiendo los vuelos acrobáticos de las golondrinas.
De vuelta al Secanet, nos espera una magnifica cena en un ambiente íntimo de luces atenuadas y música suave. La comida, con ideas de la gastronomía Km 0, atiende a las estaciones y se nutre principalmente del huerto y del corral propios.
Salva sirve y describe con profesionalidad los platos que con muy buena mano cocina Gemma. El resultado es una sucesión de pequeños platos repletos de sabor y resolución sencilla: crema de setas con pensamientos, huevo poché de gallina araucaria (los que tienen la cáscara azul), ensalada de flores y fresas, quesos de Almedijar… y para terminar una deliciosa cocotte de pato. De postre un flan de naranja lleno de finura.
Al día siguiente, el desayuno, un apartado al que siempre le damos mucha importancia, mantiene las expectativas en cuanto a calidad y cantidad. Revueltos de espárragos, bocadillos calientes de sobrasada, frutas y zumos, quesos, embutidos, café, coca de naranja…van llenando la mesa y creando un festín en el que nos deleitamos sin prisas.
En resumen, un pueblo y una casa rural fuera de las rutas típicas para descubrir con calma.
¡Hasta pronto!