Eva Bellido // Benicàssim
Un colega del Rototom, Claudio, me llamó este sábado por la mañana para darme una de las peores noticias que podría haber recibido para Benicàssim, la pérdida de Rafa Pallarés, una de las mejores personas y más solidarias que he conocido.
A los pocos minutos, el móvil se me llenaba de mensajes de amigos afectados y enormemente conmocionados por su marcha.
Ha sido un golpe muy duro. Nadie esperábamos que nos dejara tan pronto, con apenas 55 años. Hubiéramos querido Rafa hasta la eternidad porque era de esas personas que actuaba desinteresadamente y ayudaba a todo el que lo necesitaba. Pero se fue haciendo una de las cosas que más le gustaban, ir en bici.
A pesar de ser el director y propietario de uno de los hoteles con más historia e importantes de Benicàssim, acostumbrado a acoger a todo tipo de personalidades, como famosos actores, directores de cine, escritores, políticos… él era muy sencillo y fiel a sus valores.
Me siento afortunada por haber compartido con él tantas charlas en la terraza de mi sitio favorito, el que siento casi como mi segunda casa y donde he tenido la oportunidad de hacer grandes entrevistas, porque es un lugar mágico, de esos que inspiran.
Nos gustaba hablar tranquilamente sobre Benicàssim y temas tan interesantes como la economía del bien común, sostenible y alternativa; su huerto ecológico, las hormigas de su amigo Capi, los festivales de música o las oenegés y causas sociales con las que participaba tan activamente.
Su solidaridad en la pandemia
Y en los últimos meses volvió a demostrar su fuerte carácter solidario. Durante el confinamiento, pese al cierre del restaurante y el hotel, la cocina del Voramar no paró su actividad, cocinando cientos y cientos de menús para donar. A pesar de no contar con ganancias e, incluso, tener pérdidas por el cierre, él solo pensaba en cómo podía ayudar a los demás.
También le recuerdo siempre ilusionado con nuevos proyectos para Benicàssim, como fue el chiringuito La Isla, en el corazón de la playa del Torreón, cuyo espíritu luego trasladó a la Trabiesa.
Muy implicado también en reivindicar, junto a su mujer Sofía, la adecuación del skatepark para los niños y el impulso del nuevo para los jóvenes, todavía pendiente su apertura. De hecho, creo que podrían plantearse ponerle su nombre en la inauguración, a éste u otro lugar, pues Benicàssim merece tener algo en su nombre.
También estoy segura que Filippo, otra de las mejores personas que conozco, y sus amigos del Rototom, pensarán en algo en su homenaje, pues era uno de esos fieles asistentes, que me encontraba sentado en cada una de las charlas interesantes que en este gran espacio multicultural se organizan.
No olvidaré tampoco cuando le llamé para contarle la historia de un hombre que iba recorriendo España en una de esas bicicletas adaptadas y que, a su paso por Benicàssim, no tenía dónde dormir. No lo dudó y, pese a no conocerle de nada, rápidamente le dio una habitación de forma gratuita.
Pero él nunca quería reconocimientos ni nada a cambio. Siempre abierto a colaborar y tan desinteresadamente. Tampoco le gustaba salir en las fotos en el periódico ni destacar. Prefería pasar desapercibido.
Creo que solo le fotografié dos veces, una en un homenaje al artista Capi en el instituto y otra en la suelta de una tortuga de 56 kilos al mar, que había sido capturada por arrastre y que se había recuperado de una embolia gaseosa severa en el Oceanogràfic. Fue bautizada como Voramar y soltada en esa misma playa, desde donde volvió a nadar en libertad.
Ahora ha llegado tu momento de nadar por nuestro Mediterráneo Rafa, libre. Pero nunca te olvidaremos y seguiremos tu huella. Te queremos y echaremos de menos.
Hoy nos hemos despedido de ti, como creemos que te habría gustado, con música reunidos al atardecer en la arena frente a tu hotel, con velas recordándote. Hasta siempre amigo. Gracias por tanto.
D.E.P.