Héctor Lobo // Benicàssim
Desde la caída de Constantinopla ante los turcos, a finales del siglo XV, y durante los siglos siguientes, el Mediterráneo se convirtió en un mar peligroso. Eran aguas incontroladas, donde los piratas berberiscos campaban a sus anchas, abordando barcos o realizando razias por las costas italianas, portuguesas y sobre todo españolas.
Desde sus bases en el norte de África, principalmente en Túnez y la isla de Yerba, musulmanes y no musulmanes, preparaban sus ataques en busca de botín o secuestros para el mercado de esclavos.
El problema fue tan importante que algunas poblaciones se desplazaron al interior, buscando lugares más seguros, y por otro lado la corona española decidió la construcción de toda una serie de construcciones militares de corte defensivo a lo largo de toda la costa mediterránea.
De algunas ya hablamos en Un lugar para alejarse de todo, en el Cabo de Gata en Almería, pero otras las podemos disfrutar mucho más cerca.
En primera línea de costa son famosas la Torre de Sant Vicent en Benicàssim o la Torre del Rey en Oropesa, o incluso, desde la apertura de la Vía Verde entre ambas localidades, las Torres de la Corda y La Colomera.
Pero en esta ocasión queremos mostrar otras fortificaciones, menos conocidas, y con la particularidad de estar situadas más hacia el interior, diseminadas por el término municipal de Cabanes y cerca de la pedanía de la Ribera.
Podemos realizar la ruta en coche, en bicicleta o incluso andando por carreteras secundarias entre campos y huertos de almendros y naranjos. Cualquier época del año es buena.
Un buen punto de partida puede ser la Venta Germán junto a la N-340. Un lugar interesante y auténtico para almorzar o comer el menú del día. Desde allí podemos dirigirnos en dirección Oeste siguiendo las señales existentes de la ruta de las torres.
Una vez salvada la autopista nos encontraremos de forma seguida las tres primeras torres. Primeramente, la elegante Torre del Carmelet.
No lejos, nos topamos con la Torre de los Gatos o de Falcó. Al final de la carretera, bajo la colina donde se erigió el castell d’Albalat, hoy en ruinas entre un pinar, se encuentra la ermita d’Albalat, originaria del s.XIII y posteriormente fortificada en el s.XV. Una edificación de aspecto poderoso, mitad iglesia mitad fortaleza.
Dos muestras más de este tipo de construcciones podemos encontrar en la zona, a pocos kilómetros. La primera, la Torre del Carmen o Mañez, aparece entre campos de naranjos justo al otro lado de la N-340 y nos recuerda bastante a la del Carmelet.
Y ya por último, en la costa, la afamada Torre la Sal, junto a la pedanía del mismo nombre y a la entrada Sur al Parc Natural del Prat de Cabanes-Torreblanca.
Torre la Sal es un lugar especial, donde se conservan unos encantos ajenos al turismo de ladrillo de la ciudad de vacaciones que se encuentra a su espalda, y cuyo nombre casi rima con horror. Aquí todavía se pueden sentir esencias mediterráneas, en la vida pausada de este viejo poblado de pescadores.
Un lugar ideal para acabar nuestra ruta y quedarnos oteando al horizonte, intentando divisar alguna galera berberisca…
¡Hasta pronto!
Me parece fantástico que déis a conocer este patrimonio tan singular.
En Menorca también tuvimos que defendernos de los ataques de corsarios y piratas, y al igual que en muchos otros puntos del mediterráneo, las torres defensivas ejercieron un papel fundamental para poder avisar a la población de estos ataques.
Es sorprendente como, aunque todas las torres defensivas tienen el mismo fin, cada una es singular y distinta, y todas merecen nuestra atención y compromiso de conservación.