Héctor Lobo // Benicàssim
De repente un día, de la noche a la mañana, el paisaje muta, se tiñe de blancos, de rosas… Los almendros, los cerezos y otros frutales entran en una floración esplendorosa que lo llena todo de una luz mágica, casi etérea.
Es el primer indicio de una primavera que ya se otea en el horizonte, aunque este año haya coincidido con un temporal de frío y hasta de nieve.
Las delicadas flores aparecen de forma aislada, junto a caminos o en descampados olvidados, o en una continuidad de frágiles pétalos que invaden campos, vaguadas y conquistan las primeras estribaciones de las montañas, como las del Desert de les Palmes.
Todo un placer para los sentidos que podemos disfrutar en muchos lugares de nuestro entorno: a lo largo del término municipal de Benicàssim o en localidades cercanas como Oropesa, Cabanes o la Pobla Tornesa.
¿Hay algo que transmita más tranquilidad que un paseo por un campo de almendros en flor?
Aprovechad estos próximos días; este fenómeno sólo sucede una vez al año… y como casi todas las cosas efímeras de la vida, vale la pena no perdérsela.
¡Hasta pronto!