Grupo Municipal Socialista // Benicàssim
Artículo de Opinión
Hoy no es ocho de marzo para el Grupo Municipal Socialista PSPV-PSOE.
En fechas próximas a la celebración de una jornada reivindicativa de la feminidad y del feminismo nos planteamos una serie de cuestiones relacionadas con la desigualdad de género que no están resueltas. La derecha autosatisfecha de nuestro municipio y sus adláteres ciudadanas no se han dado cuenta, o no quieren mirar, de cuáles son los enormes espacios vetados a la mujer por su condición de nacimiento como tal.
Los actuales estudios de género de la costa oeste norteamericana han dejado algunos tópicos soslayados porque el discurso conservador compró sus palabras y las abandonó en sus hechos. Allí, en la casa gobernada por los Trump, llevan 10 años repensando el concepto y abriendo nuevos frentes en la lucha por los derechos de la mujer. Esa es una de las principales diferencias entre la actividad de un sector político y otro según a qué lado miremos.
Para empezar, reivindicar el derecho a iguales condiciones de trabajo y de sueldo no tendría que ser algo que pedir cada 8 de marzo. Es un elemento palpable en la constitución y, por lo tanto, denunciable como injusticia palmaria cada vez que una mujer se ve relegada a un segundo plano laboral por su condición. Los patriotas de hojalata que en otros momentos se rasgan las vestiduras en su defensa del derecho constitucional pasan de puntillas en estos y otros temas.
Ahí tenemos a Albert Rivera mirando para otro lado, como con las víctimas del franquismo. Eso por no hablar del vergonzoso posicionamiento de los populares que, por realizar unas cuantas actividades mensuales, se creen que en esta localidad son adalides del feminismo. Curiosamente, a menudo sus actividades divulgativas están ligadas a la delimitación de espacios para la mujer: el doméstico, el del cuidado de los hijos,…
La pregunta es si esos temas son de mujeres o del ámbito familiar en el que el hombre debería de implicarse al 50%. Por ahí anda un niño bien, encorbatado y refinado cual bróker de Wall Street, defendiendo “su” concepto de familia, aunque la monoparental no parece adecuarse a sus gustos, por no hablar de las parejas del mismo sexo contra las que arremetieron por la vía legal en cuanto vieron oportunidad.
Pues en esa concepción trasnochada del feminismo andan nuestras derechas cuando en otras partes del mundo se plantea la necesidad de revertir el sistema patriarcal y androcéntrico que diseña el espacio político (el poder) desde la desconsideración de la mujer marginada por cuestiones de edad, orientación sexual, religión, etnia, cultura, características físicas, económicas, etc. Siguen pensando en una consideración tradicional de la familia, siguen imponiendo una visión heterosexual de la pareja, o pretenden –como el señor Rivera— que cualquier mujer pueda vender su vientre para crear niños que otra va a comprar (viva el liberalismo del siglo XIX). Los que están más allá, los del pensamiento prehistórico, todavía niegan las evidencias de existencia del maltrato físico y psíquico por condiciones de género. Los de la cachiporra cabalgan en Babieca, viven en su Edad Media como el guerrero del antifaz o Don Pelayo Aznar, la ubre que los amamantó en la acritud.
La frialdad de las cifras del maltrato es atroz cuando pensamos en cada caso, en lo fatídico de convivir –y perecer en algunas ocasiones—con una alimaña desalmada capaz de lo peor. Algunos todavía niegan la evidencia y ponen peros. Su calidad humana salta a la vista y produce arcadas. Mientras sea necesario un día, un solo día, para recordar que las mujeres no son evaluables por su condición física, edad biológica, tersura de su piel, tamaño de sus pechos, por su peso o por su capacidad para la sonrisa no habremos avanzado un solo paso en la igualdad. Unos las quieren desarmadas e invisibles, otros las queremos con sus propias armas, visibles e invencibles.