Héctor Lobo // Benicàssim
Ahora que los calores van amainando es tiempo nuevamente de ponerse las botas y salir al monte. Os proponemos desplazarnos a la cercana y llena de estímulos Serra d’Espadà para disfrutar de otra gran jornada.
En esta ocasión para realizar una caminata de unos 18km, por senderos y pistas, que conjugaremos con la visita a dos pueblos llenos de encanto como son Eslida y Chóvar, lugares históricos de la guerra civil, bosques de alcornoques, restos de antiguas minas y hasta una antigua nevera para el almacenamiento de nieve. Deporte, geografía, historia…éstas son las rutas que más nos gustan.
Ediciones Tossals posee un detallado mapa de la zona que puede sernos de mucha utilidad y que se puede consultar en la siguiente dirección:
http://www.eltossalcartografies.com/mapes/#14/39.8673/-0.3062
Al tratarse de una ruta circular podemos dejar el vehículo y empezar fácilmente por cualquiera de los dos pueblos mencionados. Nosotros elegimos Eslida, dejando Chóvar para comer, dado que se encuentra aproximadamente a mitad de camino.
Eslida (335 m de altitud) es un claro exponente de pueblo de origen morisco por sus casas encaladas y sus tortuosas calles adaptadas a la montaña.
Comenzamos la ruta siguiendo las marcas rojas y blancas correspondientes al GR33, que recorre prácticamente en toda su longitud la Serra d’Espadà. En el inicio marcharemos entre fértiles huertos de cítricos y hortalizas de la pequeña vega de Eslida.
Tras dejar atrás la Font de Matilde y la de Castro seguiremos por el antiguo camino de Alfondeguilla, mientras nos internamos en densos pinares y contemplamos los primeros ejemplares de alcornoques. El empedrado del sendero, para facilitar el paso de las caballerizas, nos habla de la importancia en el pasado del camino para la comunicación entre pueblos y para el transporte del corcho.
Tras una subida un poco más exigente nuestra primera meta es el Coll Roig (636 m), un importante cruce de senderos de pequeño y gran recorrido que comunica con otras poblaciones como Artana o Villavieja. Desde allí abandonaremos el GR para coger el sendero de la derecha, el PR-CV-138, marcas blancas y amarillas, que nos permitirá seguir cogiendo altura por la Sierra. Las vistas de Eslida abajo y el pico de Penyagolosa al fondo son magníficas.
Tras un par de kilómetros volvemos a desembocar en una encrucijada, el Coll de la Maladeta (745 m). Si tomáramos la pista de la izquierda nos encaminaríamos al Castell del Castro, una antigua fortaleza de origen árabe en estado de abandono sobre unos grandes riscos, y más tarde a la localidad de Alfondeguilla.
En nuestro caso, seguimos recto por un empinado sendero que nos conduce a la antigua nevera del Castro, recientemente restaurada. Este tipo de construcción troncocónica, construida en roca de rodeno, servía para almacenar nieve compactada (hace décadas las nevadas eran más frecuentes por estos lares) que luego se bajaba a la costa para conservar alimentos o para el cuidado de los enfermos.
Las vistas hacia el Este desde este punto (833 m) son maravillosas: el Castell del Castro en primer término, la costa y el mar mediterráneo al fondo. Hasta las Islas Columbretes son fácilmente divisables los días claros.
Tras disfrutar del lugar comenzamos un largo descenso a Chóvar, siguiendo el sendero de pequeño recorrido antes mencionado, que en un primer momento continúa por una amplia pista. Pero al acercarnos al Barranco de Ajuez se torna sendero, que serpentea entre alcornoques, siempre en descenso entre formaciones rocosas que recuerdan los tubos de los órganos de las iglesias.
En la parte más profunda encontramos las abandonadas minas del Hembrar y Diana, minas donde se extraía cinabrio hasta mediados del siglo pasado. Quedan vagonetas ya oxidadas y un viejo montacargas como testigos mudos de la explotación mineral de estas sierras.
Continuando la ruta se suceden los alcornoques monumentales, los rincones mágicos, ajenos a todo, donde sientes en plenitud la Naturaleza.
El sendero desemboca finalmente junto un pequeño embalse a las afueras de Chóvar, pueblo famoso por su agua y donde vale la pena pasear por sus calles y reponer fuerzas comiendo en alguno de sus bares.
Repuestos y descansados saldremos por la parte opuesta del pueblo, cruzaremos la carretera que se encamina al puerto de Eslida y tomaremos la PR-CV-63.6. Nuevamente la marca blanca y amarilla será nuestra guía.
El camino se empina mientras vamos cogiendo altura y conquistamos las colinas que dominan Chóvar abajo y la línea de la Sierra Calderona más al sur.
Tras un tramo de pista, un cómodo sendero nos conducirá al collado de los Muertos (635m) nombre de funestos ecos que unido a las trincheras que aparecen un poco después, nos evocan la guerra civil, pues estos lugares fueron durante meses frente de la guerra.
Siguiendo la línea de trincheras que nos sirven para hacernos una idea del día a día de los soldados, llegamos al collado del Pinaret (688 m) y a la carretera que sobre la cresta de la sierra lleva hasta las antenas de la punta del Aljub.
Tomaremos, siguiendo siempre las marcas blancas y amarillas, un sendero que en un rápido descenso nos internará en el Barranco de Chóvar (nombre que puede dar a confusión, pues nos encontramos en la vertiente opuesta del pueblo), no sin antes asomarnos a la cueva de Blavet, otra antigua mina de la zona.
Y así caminando tranquilamente y disfrutando de bellos rincones nos toparemos, cuando menos nos lo esperemos, con Eslida, nuestro pueblo de salida y llegada.
Para poner un colofón a nuestra ruta nada mejor que acercarnos al bar Casa Paquita, parada obligatoria para ciclistas y senderistas. Famoso por sus almuerzos, su té de monte y sus carajillos. Su terraza es el mejor sitio para tomar una cerveza, mientras comentamos lo vivido durante la ruta y dejamos que el atardecer vaya inundando todo.
https://elultimorefugioblog.wordpress.com/2018/09/11/caminando-entre-eslida-y-chovar/